lunes, 18 de mayo de 2009

PRESENCIA



Hay un amor oculto en las astillas del madero
sobre los muros que cosechan nostalgias
bajo la luna que yace ataviada de noche
y voltea su rostro sin un trazo de luz.

Como un susurro que parece vibrar interminable
los grumos del lodazal repican sin descanso
aquella letanía del ocaso doliente.

Entre los clavos salpicados de herrumbre
una pequeña astilla yace olvidada
el madero dejó su sombra triste en medio del camino
perdida en la distancia de un adiós no esperado.

Las hojas reivindican con su propio arrebol una danza ligera
caen ociosas sobre la curvatura de la luna
que quedó abandonada sobre la hierba húmeda.

Una presencia se desborda perenne
y una verdad que no claudica ni se olvida
colma inconmensurable a cada ser.

Cada rostro que mira a las alturas
suele ser dueño de un secreto.

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